Pedro Costa y el cine de lo íntimo




Pedro Costa nace en 1959 en Lisboa; durante su infancia vive bajo el régimen dictatorial de Salazar, lo que cultivó en él una actitud de constante inconformismo, motivo por el cual se vió atraído por la música punk, siendo él uno de los primeros en fundar una banda en Portugal. Al tiempo que produjo música, estudió en la Facultad de Historia, que rápidamente abandonaría para comenzar una carrera dirigida hacia el cine. Frecuentó la filmoteca donde conoció el cine de grandes directores (Chaplin, John Ford, Ernest Lubitsch, Mizoguchi, Land, Ozu, Godard o Straub). Así comienza su afición por el cine, decidió entonces tomar clases de dirección y montaje en la Escuela Superior de Cinematografía de Lisboa, dictadas por el cineasta y poeta Antonio Reis.
Costa se inscribe en una generación de cineastas portugueses que surgieron en los noventa, entre los que se encuentran Teresa Villaverde, Rita Azevedo Gomes y João Pedro Rodrigues, a la cual denominaron “cuarta generación”. Dichos directores tuvieron en común este ánimo de resistencia, volcando su mirada hacia los márgenes: lugares y personas que rompían con esta idea de una Europa moderna, marcada por el consumo. Su cine tiene una conciencia política que no se conforma con las directrices del mundo.
Entre los primeros trabajos largometrajes de Costa está O sangue (1989), una película que adelanta el estilo del director, ese deseo de enfocar la mirada en ciertos personajes desfavorecidos, de centrar su atención en los rostros absortos y las miradas perdidas, de jugar con la iluminación y los encuadres provocando una acogedora sensación de intimidad. Le sigue a este largometraje, Casa de lava (1994), documental que nace en principio como una ficción. Este trabajo le serviría para conocer los barrios desfavorecidos de Lisboa, entre ellos Fontaínhas, donde fue rodado En el cuarto de Vanda (2000), trabajo que también partió de una historia de ficción, Ossos (1997).
En el ciclo conoceremos la metáfora del encierro presente en los trabajos de Pedro Costa, espacios donde la vida pasa en la intimidad, remitiendo a la soledad, a lo que está escondido, lo que pasa a puertas cerradas, lo subterráneo, incluso lo underground.


En el cuarto de Vanda


Dirección e imagen: Pedro Costa. Sonido: Philippe Morel, Matthieu Imbert. Montaje: Dominique Auvray. Mezclas: Stephan Konken. Montaje de sonido: Waldir Xavier, Jean Dubreuil. Productor: Francisco Villa-Lobos. Coproductores: Karl Baumgartner, Andres Pfaeffli. Productor asociado: Christoph Friedel. Producido por: Contracosta Produções, Pandora Film, Ventura Film con la participación de RTP, RTSI, ICAM, y el apoyo de Filmförderung Hamburg . Año: 2000. Duración: 170 min.


“Vista la película tal como es ahora, la forma que tiene sólo puede venir de cosas como el cansancio, el disgusto. No de una búsqueda, ni de una ruptura, en el sentido de una película que uno haría diciéndose: “tengo una idea, voy a hacer un film con esta forma, en este medio.” Viene seguramente de años antes del cine, de otra cosa fuera del cine. No viene de la infancia pero sí seguramente de una adolescencia, es decir del cuarto.”
Pedro Costa.

En el cuarto de Vanda es el producto de un pasado de trabajo en torno al cine, pasos que conducirían hacia eso que Costa llamaría su otra mitad: el barrio Fontaínhas. Antes de sumergirse en el documental, el realizador portugués incursiona en la ficción, experiencia que le hace conocer los avatares de los rodajes, como por ejemplo el número de participantes, aspectos poco cercanos a su modo de trabajo. Fontaínhnas llega a él por La casa de lava (1994), un largometraje de ficción que lo conllevaría en la realización de su segundo largometraje de ficción, Ossos (1997), de donde concretamente viene la idea de En el cuarto de Vanda. En Ossos trabaja por primera vez con los habitantes de Fontaínhas y entabla su estrecha relación con Vanda. En el largometraje Vanda asume un papel junto con otros actores profesionales. La experiencia de esta ficción hace que tanto Vanda como Costa decidan dar una continuación al trabajo de filmación sobre este sector marginal de Lisboa.
El salto de la ficción al documental, demuestran el límite en el que se mantiene Costa en su trabajo: En el cuarto de Vanda además de ser un trabajo de observación sobre la cruda realidad, de intromisión y aceptación de la misma; es también el territorio donde ocurre la ficción, como lo expresó Costa. El cuarto tiene estas dos simbologías, es allí donde se revelan los problemas del barrio.
Fontaínhas es un suburbio de la ciudad, uno de los sectores más deprimidos de Lisboa. El barrio refleja esta energía punk presente en Costa, este deseo de mostrar la destrucción, esta pulsión por hacer ver que existen los márgenes, la dureza y tenacidad de seres que por decisión o suerte deben vivir en la adversidad.


¿Dónde yace tu sonrisa escondida?


Director: Pedro Costa, en colaboración con Thierry Lounas. Imagen: Pedro Costa, Jeanne Lapoirie. Sonido: Matthieu Imbert. Montaje: Dominique Auvray, Patricia Saramago. Asistente de montaje: Jean-Christophe Hym. Mezclas: Branko Neskov C.A.S.. Dirección de producción: Sylvie Cann, Sandrine Sibiril. Coproducción: Xavier Carniaux, Elisabeth Marliangeas (AMIP), Thierry Garrel, Jean-Jacques Henry (ARTE France), Dana Hastier, Liane Willemont, Aline Sasson (INA), Francisco Villalobos (Contracosta), con la participación del CNC, CAM, RTP y el apoyo de la PROCIREP. Año: 2001. Duración: 104 min.


¿Dónde yace tu sonrisa escondida? no es sólo un documental, es además una lección de cine, concretamente sobre el proceso de montaje. Thierry Lounas, uno de los colaboradores de Cahiers du Cinéma y redactor jefe de Vertigo, sabía que la pareja Straub se disponían a hacer un tercer montaje de su película Sicília! En principio el matrimonio no estuvo muy de acuerdo en dejarse grabar en video y dejar un testimonio sobre su trabajo, por escepticismo y porque en algunas ocasiones estarían acompañados de alumnos de la escuela de arte Le Fresnoy, en Francia, donde se hospedaron mientras montaban. Finalmente accedieron, luego de conocer el trabajo hecho hasta el momento por Costa y de escuchar la buena crítica por parte de Jacques Rivette.
El film demuestra el producto de toda una vida dedicada al cine en pareja, Jean-Marie Straub y Danièle Huillet comenzaron su carrera cinematográfica prácticamente juntos y desde entonces fue siempre así. El cine de los Straub se caracteriza por el sumo control que establecieron desde el guión hasta el rodaje, la dirección y el montaje; además por la utilización de tomas largas que rompían con esta idea del cine comercial, su cine en ese sentido fue poco conocido. Pero en Costa los Straub fueron una gran influencia, como lo fue igualmente Godard. A Costa le pareció muy interesante dejar ver este proceso, pensaba que si en algún caso una película no era tan buena, muy probablemente sí su modo de construcción. En conversaciones con Jean-Marie Straub, éste le cuenta las razones del por qué hacer un tercer montaje: en primera medida porque quería hacer una versión para cada idioma en la que fue rodada -italiano, francés y alemán-. Segundo porque según su criterio tenía numerosas buenas tomas y le costaba concluir con una versión final.
Como En el cuarto de Vanda, Costa nuevamente es acogido en la intimidad de un cuarto, esta vez en uno donde ocurre la magia del cine, eso de pegar un plano con otro para construir finalmente una película. Con su mirada y su paciencia que lo caracteriza, observa durante largas horas por medio de su cámara digital, lo inquietante de algunas conversaciones y discusiones de una pareja que ha convivido junta toda una vida. Igualmente en este trabajo Costa se mantiene en sus ideas estéticas: cuida de la iluminación haciendo que los Straub aparezcan en una afable penumbra, junto con la cámara fija, único foco que permite conocer la ficción. No hace falta el contraplano.


Juventud en marcha


Juventud en marcha le permite a Costa el reconocimiento de la crítica internacional, tras haber sido presentado en el Festival de Cannes. La obra de Costa sigue estando aún al margen del cine europeo, no obstante continúa adquiriendo mayor visibilidad.


Dirección: Pedro Costa. Imagen: Pedro Costa, Leonardo Simões. Sonido: Olivier Blanc. Montaje: Pedro Marques. Productor: Francisco Villa-Lobos. Producido por: Contracosta Produções, Les Films de l’Étranger, Unlimited, Ventura Film. Año: 2006. Duración: 154 min.

"Nha cretcheu, mi amor
Estar juntos de nuevo hará que nuestra vida sea más bonita por lo menos 30 años más. Por mi parte, volveré a ti más joven y lleno de fuerza. Ojalá pudiera ofrecerte 100.000 cigarrillos, una docena de vestidos modernos, un automóvil, la casita de lava que siempre soñaste, y un ramo de flores de cuatro cuartos. Pero sobre todo, bébete una botella de buen vino y piensa en mí. Aquí el trabajo no cesa. Ahora somos más de cien. Anteayer, en mi cumpleaños, pensé en ti durante mucho tiempo. ¿Llegó bien mi carta? No he recibido tu respuesta. Sigo esperando. Todos los días, todos los minutos, aprendo palabras nuevas, bonitas, sólo para nosotros dos, hechas a nuestra medida como un pijama de seda fina. ¿No te gustaría? Sólo te puedo enviar una carta al mes. Sigo sin saber nada de ti. Quizá en otra ocasión. A veces tengo miedo de construir estas paredes, yo, con un pico y cemento; tú, con tu silencio. Una zanja tan profunda que te empuja hacia un largo olvido. Duele ver estas cosas terribles que no quiero ver. Tu cabello se desliza entre mis dedos como hierba seca. A veces pierdo las fuerzas y pienso que voy a olvidar."
Ventura.

Una vez más la ficción y el documental se funden en este trabajo, Ventura el protagonista de esta historia se interpreta a sí mismo, un obrero ex-habitante del barrio de inmigrantes caboverdianos, Fontaínhas. Costa vuelca de nuevo su mirada en aquellos personajes de miradas perdidas y pensamientos absortos, muchos de ellos habitantes de éste ya casi destruido barrio. El hilo conductor en esta ocasión es Ventura, quien se desplaza de casa en casa visitando sus “hijos”, de los cuáles ya perdió la cuenta, pues todos muchos le llaman “papá”. Es un documental lleno de referencias hacia el pasado: luego de transcurridos cinco años, Vanda por ejemplo, es uno de estos personajes que reaparece pero con recuerdos de una vida pasada; Ventura por su parte recita una carta que nunca envió por no saber escribir, pero que sabe de memoria: “Me gustaría darte cien mil cigarrillos, una docena de vestidos bonitos, un coche, la pequeña casa de lava que tanto deseaste siempre [...]” aquellas palabras fueron igualmente recitadas en Casa de lava.
Como En el cuarto de Vanda, el rodaje de este trabajo duró mucho tiempo, unos 15 meses. También fueron muchas horas de material rodado, alrededor de 320 horas. Este rigor en el trabajo se ve reflejado al final en la película, Costa logra la intimidad necesaria para darnos a conocer el drama de estas vidas. Así mismo, con este modo de trabajo permanece fiel a su estilo: cámara fija por donde pasa la ficción, haces de luz que se cuelan entre los orificios y las grietas de las casas en demolición, que Costa sabe muy bien aprovechar con su cámara digital, tal iluminación nos recuerda cuadros de Rembrandt.

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