Una de las más recientes producciones de Netflix, es Hacia el el infierno (2016), un documental dirigido por el legendario director alemán, Werner Herzog. Como en una suerte de eterno retorno, el realizador recurre a varios temas desarrollados en gran parte de su filmografía, como lo son los desastres naturales, el caos, la muerte, la fragilidad. El leit motif son los volcanes, el cual ya había sido trabajado en La Soufrière (1977) y en Encuentros en el fin del mundo (2008), imágenes a las que acude en el documental. El dispositivo estético de repetición de hacer resurgir la imagen de los volcanes nos recuerda el concepto que propone C. Castoriadis de magma, que permite pensar “lo azaroso, lo indefinido, lo ambiguo, lo borroso, lo que está aún en formación o lo que está en proceso de degradación”1. Esta forma es resignificada, proponiendo un nuevo conocimiento, relacionándolo con otras temáticas como lo son rituales en relación a los volcanes, sobre diferentes tipos de creencias (religiosas, ideológicas), fósiles de nuestros ancestros, reliquias, invenciones y exploraciones científicas. El documental es reflejo de un pensamiento en red el cual “implica ante todo la posibilidad de tener en cuenta el alto grado de interconexión de los fenómenos y establecer itinerarios de conocimiento tomando en cuenta las diversas formas de experiencia humana y sus múltiples articulaciones.”2
Por estas razones, se trata de un gran documental donde forma y dispositivo se unen, para llevarnos de viaje, a través de primeros planos de la lava, vastas panorámicas y vistas aéreas de paisajes de Vanuato, Etiopía, Indonesia, Corea del norte e Islandia.
1 Ibid. p. 162
2 Najmanovich, Denise. Mirar con nuevos ojos. Nuevos paradigmas en la ciencia y el pensamiento complejo. P. 150-151
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