Viaje oscuro al fondo del pensamiento occidental de la imagen
Viaje al fondo del pensamiento occidental de la imagen
Este texto empecé a escribirlo en octubre del 2015.
Fue terminado en marzo de este año (2017).
Después de haber atravesado la oscuridad,
hoy por fin sale a la luz.
hoy por fin sale a la luz.
Este escrito nace de la oscuridad,
allá en donde se pelean los demonios, los condenados, los caídos. Este lugar
una vez fue representado en 1928 por Augusto Rodin. Es La Puerta del Infierno.
¿Cómo cae el ser humano perfecto?,
se preguntó una vez Jorgen Leth en un experimento cinematográfico que realizó
junto con Lars Von Trier. Pues este ser humano cae muy fácil por el peso de sus
creencias, de sus ideales. Cuando caes allí es como si tu boca se hubiera
convertido en un enorme hocico con colmillos y este te hubiera devorado de un
solo mordisco. Adentro no se ve nada, tampoco se escucha nada y estás solo,
estás desnudo, sin abrigo, desprotegido. Tu cuerpo en vida camina entre las
calles, pero tu espíritu no está ahí con él. Tu esencia no está contigo. Ante
tal ausencia, tu cuerpo reacciona sintiendo vértigo, porque tu mente alerta al
cuerpo de que no está completo. Te angustias, tu corazón palpita a millón,
intentas calmarte y haces el trabajo de entrar en razón y hacer conciencia de
que no es nada, que no pasa nada.
Es justo allí, justo en ese milésimo
de segundo cuando tu conciencia hace una transferencia, y escuchas el estruendo
del vacío, porque hacer conciencia de la nada tiene un peso enorme, y caes a un
segundo nivel de oscuridad. En ese momento pueden ocurrir dos cosas: o tu
cerebro se desconecta en busca del espíritu y te desmayas, o tu cuerpo lucha
para que tu cerebro no se vaya también e intentas llegar a casa... Te das
cuenta que ha sido la hora más larga de tu vida.
En septiembre de 2012 viajé a
Francia con el fin de realizar una maestría en Estudios Cinematográficos y
Audiovisuales en la Universidad Paris 3. Mi intención era estudiar un cine que
se estaba realizando en aquel momento en Colombia, el cual rompía temática y
estéticamente con varios patrones de representación de la realidad. Las
películas escogidas y que a mi modo de ver representaban ese cambio eran: Los viajes del viento de Ciro Guerra, El vuelco del cangrejo de Oscar Ruiz
Navia, Porfirio de Alejandro Landes, La Sirga de William Vega, Chocó de Jhonny Hendrix y La
Playa D.C. de Juan Andrés Arango.
Optar por estudiar un cine que se
estaba haciendo en mi país significaba hacerme una pregunta sobre mi propia
identidad, se trataba de una búsqueda de mí misma. Estaba pasando por un
momento en el que me acechaban preguntas sobre mis raíces, por tanto estudiar
un cine que estaba realizando en mi Colombia podía arrojarme respuestas acerca
de esta pregunta. Esta búsqueda, deriva o viaje fue mucho más valiosa de lo que
imaginé al comienzo y durante el proceso, por lo que finalmente me llevó a
cuestionar: un modelo de pensamiento endémico en la educación, el pensamiento
moderno, el eurocentrismo, el patriarcado.
Mi reflexión parte de la emoción
pues encuentro que es allí donde tiene lugar la verdadera transformación del
sujeto. La investigación científica hoy en día cuestiona la visión moderna del
conocimiento, la cual escinde al sujeto del objeto. Esta es dicotómica,
dualista y categórica, porque “[…]
supuso que la luz de la ciencia era infinita y podía alumbrarlo todo. De este
modo el científico moderno fue incapaz de ver su propia sombra, y ni siquiera
pudo observarse a sí mismo como observador del mundo.” (Najmanovich, 2008, p.
7) En una visión compleja del conocimiento, se contempla la
afectación mutua, los intercambios y los vínculos que se entablan en la
búsqueda con el objeto a investigar. En el pensamiento complejo, el conocimiento
es abierto al cruce de diferentes campos del conocimiento.
Además
como lo señala Nuria Betia Hernández:
“[…] El conocimiento, cuando se
aleja de la propia vida, cuando fuerza las certezas y descarta las
incertidumbres, no es sabiduría. La razón (el logos) no es la única forma de
saber. Disponemos también de otra inteligencia: el entendimiento del alma. Son
dos formas distintas: ni contradictorias, ni excluyentes, ni complementarias.”
(Hernández, 2012, p. 4)
Lo
que propongo aquí es un ejemplo que ilustra estos cuestionamientos, los cuales
parten de mi propia experiencia con la academia, lugar desde donde hago la
crítica y desde donde me alzo para hacer un cambio de enfoque.
El rumbo que me fue propuesto para
realizar la investigación giraba en torno al realismo. Debía acercarme a todas sus manifestaciones: pintura,
literatura, fotografía, cine. La palabra realismo
nunca terminó por convencerme, sin embargo, en el proceso fui
encontrando señales que no sólo reflejaban la emoción que me estaba cobijando,
sino que también reflejaban conceptos y visiones sobre la imagen que me eran
significativos. Una de esas señales fue esta pintura de Paul Klee. La descubrí
en un libro sobre teoría e historia del arte, se llama Sueño Intenso.
Como Klee, muchos artistas de la
modernidad se valieron de la noción de arquetipo, de Carl Gustav Jung, para
realizar sus obras. El arquetipo es una imagen anterior perteneciente al
inconsciente colectivo. Es en la fantasía que el arquetipo encuentra su
aplicación. “Hay formas presentes en toda la psique que son inconscientes,
pero, sin embargo, activas -disposiciones vivientes, ideas en el no-sentido
platónico, que modelan e influencian sin parar nuestros pensamientos, nuestras
emociones y nuestras acciones.” Carl Gustav Jung (citado en Harrison; Wood,
(ed.), P. 380). Jung aclara que el arquetipo no está determinado por su
contenido, sino por su forma. Una imagen primaria está determinada por su
contenido cuando se ha vuelto consciente y, entonces, llenada con el material
de la experiencia consciente.
Fue la forma de esta imagen la que
hizo verme reflejada en ella, en esa oscuridad, la noche, el sueño intenso. La Puerta del Infierno es también una
imagen anterior porque está grabada en el inconsciente colectivo. Es una imagen
cargada simbólicamente.
El viaje significó mirar para mis
adentros, como lo hacía aquel hombre de la pintura de Klee. Era un viaje
conmigo y las imágenes, un viaje de emociones. Como en la pintura de Klee, me
sentía presa de la oscuridad, la noche: el realismo
iluminaba poco mi caso de estudio.
El viaje llevó a que me remontara
hasta los filósofos griegos: Platón con la noción de mímesis, Artistóteles con
la noción de representación. Para este último, la idea no era el modelo, sino
una forma que penetraba sobre una materia determinada: « Es un producto de
arte todo aquello cuya forma resida en el alma» Aristóteles (citado en
Panofsky, p. 20). Esto constituye en sí una forma de conocimiento y no un
engaño como lo veía Platón. Para este último, el valor de una creación
artística estaba determinada por su valor de búsqueda científica, es decir, su
función de inteligencia teórica, y sobretodo, que estuviera investida de
matemática. Un ejemplo de verdadera forma artística era la de los egipcios, la
cual consideraba como “canónicamente fija”. La escultura egipcia obedecía a
esta valor porque “parecía inmutablemente sostenida por fórmulas sólidamente
establecidas, rechazaba también la mínima concesión hecha a la percepción
óptica.” (Panofsky,
1989, p. 20) Con esta explicación entendemos el gesto del pensamiento de
Platón: el arte debía responder a estructuras fijas e inamovibles, es decir
modelos, que estuvieran lejos de cualquier forma de representación.
Plotin -otro filósofo griego de la
Antigüedad- en cambio, encontraba en la forma el mal absoluto: ella es
« el completo no-ser ». Es la idea de la forma como vacío:
« […]
Aquel que considere la belleza corporal no tiene el derecho de perderse en
ella, sino que debe reconocer en ella una imagen, una huella, una sombra, y
lanzarse hacia lo que propone la imagen, porque aquel que se precipitara hacia
ella y quisiera sostenerla como una verdad, de la que no es más que un reflejo
en el agua, este se parecería al personaje del mito rico en sentido, que quería
igualmente agarrarse de su reflejo y desapareció entonces en las profundidades
de las aguas ; así le sucedería a aquel que se aferre a la belleza de la
imagen de los cuerpos y no quiera separarse : no es su cuerpo, sino su
alma la que caerá en simas oscuras y miedosas para el espíritu; es allí donde
reposará, como un ciego en los Infiernos, errando aquí y allá entre las
sombras. » Plotín, Sobre la Belleza
(Citado en Panofsky, p. 47)
Como Plotin lo había pensado, erraba
perdida en las sombras. Habitaba el vacío de una lectura que no terminaba de significarme, que
no me revelaba nada acerca de la realidad
que estudiaba. Aquella sensación tenía que ver con la estructura, la
copia, la mímesis a la que se había referido Platón. También con una época
cultural de la mirada que se volvió hegemónica, a la cual me condujo el realismo, esta es la del perspectivismo, técnica con la que nace
el pensamiento moderno.
Luego de la Antigüedad vino la época
del Medioevo. Como lo explica Panofsky en Idea…,
aquí la idea de arte venía de una concepción divina de Dios. Con la aparición
de la técnica de la perspectiva en el Renacimiento, son borradas las
connotaciones religiosas del Medioevo. Con esto se pone en práctica el criterio
de proporción, apoyándose de las matemáticas y de la música. Es un criterio que
exige exactitud, respetando “por una parte las leyes de la percepción, por
otro, las de la anatomía, aquellas de la teoría fisiológica y fisiognómica.”
(Panofsly, 1989, p. 68). También es un criterio que exige la buena selección
del objeto, conveniente y compatible, entonces armónico en colores y en
proporciones de volumen. Con el perspectivismo
la visión binocular cambia a un solo ojo, el pintor privilegia un solo punto
sobre todo el campo visual. Se trata de una visión del orden de lo
racional. Jay explica que su
funcionamiento consistía “en la idea de pirámides o conos visuales simétricos
con uno de sus vértices desvaneciéndose dentro del punto central del cuadro y
otro en el ojo del pintor o del espectador.” (Jay, 2003, p. 3). Se trata de un
ojo solitario que observa la escena representada frente a él a través de una
mirilla, ojo además estático, no parpadeante, y más fijo que dinámico.
El perspectivismo fue una técnica de
representación de la realidad que logró convertirse en el modelo predominante
de la cultura occidental, “porque expresó mejor la experiencia
"natural" de la vista valorizada por la idea del mundo científico
[…].” (Ibid., p. 2). La técnica de la perspectiva junto con la filosofía
cartesiana fueron las que consolidaron las bases del conocimiento objetivista y
realista de la modernidad.
Como parte de la crítica que
Najmonovich le hace al pensamiento moderno se encuentra la idea de representación: “una imagen del mundo reflejada en el
interior de un sujeto abstracto, cuya corporalidad, sensibilidad, cultura e
historia son a lo sumo ornamentos de un proceso cuya esencia es siempre igual.”
(Najmanovich, 2008, p. 158).
Esta visión está igualmente
relacionada con el eurocentrismo, modelo de pensamiento donde no existe
heterogeneidad, pues así como la perspectiva renacentista en pintura, el mundo
es observado desde un “único y privilegiado punto de vista.” (Shohat, Stam,
2002, p. 20)
La crítica de los estudios visuales
al eurocentrismo no va contra los clásicos europeos, ni contra la civilización
europea como área de estudios, como lo explican Ella Shohat y Robert Stam en Multiculturalismo, cine y medios de
comunicación, sino que tiene que ver con la hegemonía de la mirada en donde
Europa es el centro.
Mi viaje me demostró que esto
incluso iba más allá del perspectivismo,
estando relacionado con la estructura y con la ilusión, crítica que hace Plotin
a la representación. Valerme de Plotin es una muestra de que la crítica del
eurocentrismo no es una crítica contra un territorio o una identidad, sino que
tiene que ver con el pensamiento, con una visión de mundo.
Estas visiones produjeron un quiebre
en mi identidad como colombiana y como mujer: la oscuridad me hacía tomar
conciencia del patriarcado como sistema político-social en donde las
identidades de género están establecidas y preconcebidas, acordes a un deber
ser.
Abrir el panorama, cambiar de
óptica, salir de la mirada única conllevaba a descubrir la multidimensionalidad
y la multiculturalidad. También superar una historia del arte categorizante por
una serpenteante, en permanente construcción, como lo es esta reflexión.
En el tiempo que llevo investigando
estos asuntos ha retornado a mí, de manera constante e insistente, la figura de
la serpiente. Como si algo quisiera ser revelado, como si algo quisiera
manifestarse.
Una
de estas manifestaciones es el mito de la Medusa. El haberme encontrado con
esta figura mitológica ha hecho que reconozca lo que antes no me había atrevido
a cuestionar, ni a ver, porque no se me había presentado de manera consciente.
Como lo expone Nuria Beitia Hernández, el significado de la Medusa está
relacionado con la petrificación del terror y el miedo que genera su visión.
Pero más allá de eso es el encuentro con la verdad: la alteridad, lo otro, el
reflejo, lo que está ante mí y frente a mí y que al mismo tiempo me contiene.
Las serpientes que reemplazaron la hermosa cabellera de Medusa, como castigo por
haberse acostado con el Dios de los mares, Poseidón, (del cual dicen fue un
acto no consentido) se me han presentado como epifanía: el animal o tótem ha
simbolizado el conocimiento de mí misma. El horror que contiene la figura
representa un sentimiento que vino de mis entrañas, producto de la
petrificación. Hernández se refiere a María Zambrano quien encontraba en las
llamadas emociones irracionales, una razón otra: “un saber atento a la voz del ser
que nos dicta
la verdad desde los ínferos del alma”
(citado en Hernández, P.
24). En ese sentido, se trata de conocer un lugar fuera de sí mismo,
un lugar en el reflejo de lo que significa el horror. Atreverme a verle la cara
me ha llevado a aceptar mi fragilidad como mi responsabilidad ante la toma de
consciencia.
Otra
instancia que resalta Nuria, dentro de los significados que supone mirar a la
Medusa, es el relacionado con la visión y la mirada. Prestarle atención a algo
es un acto que viene sólo de la voluntad:
“Mirar no es algo espontáneo, hay que poner interés, deseo, voluntad…”. Esto
habla de mi deseo por revelar lo oculto, me interesa examinar y estudiar de la
imagen lo que a simple vista no se ve.
Como lo hace ver Hernández,
Serpiente y Medusa simbolizan un trofeo, así como lo fue para Atenea: una vez
cortada la cabeza, ya no hay culpas de la razón, ni sentimiento alguno de
haberse “enfeado”. Este sentimiento de culpa viene de la conciencia del haber
hecho daño: ocurre entonces que si miramos al espejo, lo que vemos no nos
gusta, es monstruoso (Ibid. p. 28).
La
Medusa como figura mitológica me ha servido para salir de la petrificación del
pensamiento moderno, pero además me ha servido para comprender mi identidad
como mujer, como algo en permanente construcción, contrario a lo ya establecido.
La
segunda manifestación de este animal tiene que ver con el baile de la
serpiente, ritual de los Pueblos Hopi de Nuevo Mexico, que el historiador del
arte, Aby Warburg, estudia. En este ritual los hombres se disfrazaban,
interpretando un personaje, para de ese modo ser intermediarios entre ellos y
las fuerzas de la naturaleza (Figura 3). Warburg llega hasta Nuevo Mexico
gracias a sus investigaciones sobre el arte del Renacimiento. Le interesaba
estudiar las formas de la Antigüedad que resistieron en esta nueva época de la
mirada. Michaud
califica la búsqueda del historiador como acto introspectivo, de retorno sobre
él mismo y con los procesos de conocimiento con los que se compromete –efecto
que produce el movimiento de la serpiente, como lo vimos con la Medusa.
El
ritual de la serpiente, como el del mito son experiencias
con la alteridad. Dentro de los análisis de Michaud acerca de la obra
warburguiana, cuenta que este había entendido en 1923, que el encuentro con la
alteridad era necesaria para interpretar lo familiar, que la distancia
geográfica es una metáfora del pasado –íntima y personal como histórica y
colectiva- […] (Michaud, 2002, p. 38).
El motivo de lo exótico había dejado de ser objeto de
búsqueda para convertirse en reflejo, abriendo el saber a la conciencia del
otro.
Pero
los análisis de Warburg no se limitaron a esta conciencia, éste había
comprendido que el universo del saber podía acoger efectos idénticos a los de
los rituales hopi: “el bailarín enmascarado cuando entra en la representación
volviéndose figura, está cargado de un poder animista.” (Ibid. P. 40).
Atlas Mnemosina es la obra que mejor resume el
pensamiento de Warburg: planchas compuestas por diferentes tipos de imágenes
(fotografías, prensa, pintura, postales) alejadas de su contexto de origen,
pero donde lo que importa son las relaciones que entre ellas el historiador
establece y sus tensiones. Warburg decía del Atlas que “era una historia de fantasmas para grandes personas” y
cuando evocaba su regreso de Kreuzlingen [la clínica donde estuvo internado],
hablaba de una especie de retorno de entre los muertos.” (Ibid., P. 330).
Podemos relacionar este pensamiento con el mito Medusa, por lo que este
significa este logro de atravesar la muerte.
El motivo de los estudios de arte de
Warburg estaba relacionado con el gesto y el movimiento presente en las
pinturas, como las representaciones anímicas. Por esta razón, se había
interesado también por los intermedios puestos en escena en Florencia. Para el
historiador estos intermedios no pertenecían al arte dramático, que se
expresaba por medio de la voz, “pero al cortejo mitológico, mudo esencialmente,
y que requería la intervención de gestos, accesorios y ornamentos.” (Michaud,
2002, p. 335). Los intermedios son una convergencia con los rituales Hopi,
interpretados como “pantomimas sobre el gesto antiguo.”
A la luz de los estudios de Garrick
Mallery, quien había hecho una triangulación entre los gestos de la Antigüedad,
la indianidad y la cultura popular napolitana, Warburg cae en cuenta, como en
una suerte de revelación, sobre los poderes de la pantomima en hacer resurgir
las formas del pasado.
Todo el estudio de Warburg recae en
la resistencia de las formas Antiguas, un pensamiento con el que conectaba el
presente al pasado, en un movimiento serpenteante. Este no vuelve al estudio de
la experiencia con la alteridad del ritual de la serpiente, sino treinta años
después de haber estado internado en una clínica psiquiátrica, por una fuerte
crisis nerviosa.
La serpiente como vemos es
pensamiento y como conocimiento este resuena con el concepto warburguiano de pathosformel -la “fórmula de lo
patético”- que sugiere la idea de la supervivencia de una forma en una imagen,
en relación a la emoción que esta produce: “una patología entendida como una ciencia arqueológica del pathos antiguo […]”.
(Ibid. P. 25). Para
Michaud, la noción de pathosformel es
crucial para la historia del arte que se está refundando, ésta la hace acceder
a una dimensión antropológicamente fundamental, la dimensión de síntoma, la
cual debe entenderse como movimiento en los cuerpos, movimiento que fascinaba a
Warburg, “no solamente porque lo veía “agitado de pasión”, sino también porque
lo juzgaba “desprovisto de voluntad”. El síntoma era entendido por Warburg no
en el sentido clínico, es decir como signos, sino como una memoria
inconsciente.
Otro aspecto relevante del encuentro
con el otro, se relaciona con la locura. Michaud cuenta que en la conferencia
que pronuncia en 1923, Warburg habla del efecto que le produjo haber asistido a
la danza de las Katcinas en Oraibi. En
este ritual irrumpían payasos bailarines, los cuales él encontraba muy próximos
a la sátira en el seno del coro trágico. “El payaso Koyemsi, la katcina
“mudhead”, es también el padre del Arlequin, con el que comparte bromas, la
obscenidad (el palo es originalmente un atributo sexual heredado de las
faloforias antiguas), la glotonería, y sobre todo, la máscara negra cuyo uso en
la comedia italiana como en los rituales indios, permite desarrollar la
elocuencia plástica del cuerpo y de producir un repertorio excesivo sin
psicología.” (Ibid., p. 343) En la conferencia Warburg se refiere al
significado profundo de estos payasos, que tiene que ver con su transformación
en no-humano y así arrancándose del orden de la humanidad. Comprendemos
entonces el significado que Warburg arroja a la máscara que es el de alucinación
y locura.
Todo el movimiento warburguiano del
pensamiento tiene que ver con la serpiente, esa es su forma. Con Warburg
comprendí que la serpiente además de ser sabiduría, por ser tótem de
conocimiento -el otro en mí- simboliza igualmente la emoción, el impulso, lo
que lo motiva, a lo que le presta atención. También es símbolo de locura, lo
que altera su psiquis, lo que lo saca a un lugar no-humano.
Éste
método de análisis sobrepasa la estructura y la historia tal como ha sido
establecida. Tiene que ver por un lado con el mito, con la aventura personal,
el viaje y la transformación progresiva de una misma: “una
disposición a entregarse a la relación aparentemente fácil entre hechos
fantásticos, tradiciones adaptadas a las necesidades de cada grupo, a deseos y
esperanzas, experiencias y técnicas de magia, de hecho, a otro contenido del
concepto realidad”. Christa
Wolf (citado en Hernández, 2012).
Por otro lado, tiene que ver con lo
referido por Michaud, en la conexión que éste establece entre el cine y la
historia del arte warburguiana: “la pérdida de lo que es en sí académico, el
riesgo filosófico, el pathos del
pensamiento, en resumen, la enfermedad del alma.” (Ibid., p. 23).
El encuentro con la oscuridad de la
razón abrió la puerta a otra dimensión del conocimiento. El viaje continúa y
las preguntas siguen abiertas a este encuentro con lo otro en la imagen, como
método y forma.
Referencias:
- Jay,
Martin. 2003 “Regímenes escópicos de la modernidad.” Campos de fuerza. Entre la historia intelectual y la crítica
cultural. Recuperado de https://es.scribd.com/document/281711756/Regimenes-escopicos-de-la-modernidad-1-MARTIN-JAY-copia-pdf
- Harrison,
Charles; Wood, Paul (ed.). 2003. .Art in
Theory. 1900-2000. An Anthology of Changing Ideas. Cambridge, USA:
Blackwell Publishing.
- Hernández,
Nuria Beitia. 2012. Mirar a Medusa. Una
invitación a atravesar la petrificación, a deshacer y deshacernos de su
maldición. Recuperado de http://diposit.ub.edu/dspace/handle/2445/5656
- Michaud, Philipe-Alain. 1998..Aby Warburg et l’image en mouvement. París, Francia: Éditions Macula.
- Michaud, Philipe-Alain. 1998..Aby Warburg et l’image en mouvement. París, Francia: Éditions Macula.
- Najmanovich,
Denise. 2008. Mirar con nuevos ojos.
Nuevos paradigmas en la ciencia y el pensamiento complejo. Recuperado de https://www.academia.edu/13433175/Mirar_con_nuevos_ojos
- Panofsky,
Erwin. 1989. Idea.Contribution à l’histoire du concept de l’ancienne thèorie de
l’art. Paris, Francia: Éditions Gallimard.
- Shohat
Ella, Stam Robert. 1994. Multiculturalismo, cine y medios de
comunicación. Crítica del pensamiento eurocéntrico. Barcelona, España:
Paidós.
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